Las mil y una violencias machistas

Según ellos, el 25 de noviembre, día de lucha contra la violencia machista, eran 48, pero nadie duda de que están interesadísimos en que las cifras sean lo más bajas posible, sin importar que sean falsas. Y lo son, aunque sumáramos esos tres casos que dicen estar sometidos a investigación. Ellos son los responsables del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Y los casos que están en investigación son tres muertes violentas de mujeres: En junio, una turista danesa hallada muerta en un hotel en Málaga y cuyo marido fue detenido poco después; en julio, Sonia una conocida hostelera de Gijón, apareció sin vida en su casa; en octubre, apareció muerta una mujer finlandesa y detuvieron a su marido. Suman 51.

Y aún faltan muchos nombres, muchas historias. Y no solo de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas. Faltan los de sus hijos. Por ejemplo, en agosto, en Castelldefels: La mató a ella y a sus hijos de 7 y 12 años. Tampoco esos dos niños se introducen en las estadísticas. Ni las amigas de ellas cuando son asesinadas: Marina y Laura en Cuenca este agosto, a manos de Sergio Morate. Ni las hermanas: Teresa y su hermana Natividad en Elche nada más comenzar este año. Todas estas son muertes consecuencia de la violencia de género ejercida por sus parejas o exparejas contra ellas, es decir, son los casos que entran en la ley integral de lucha contra la violencia de género. Pero las estadísticas del Ministerio solo se centran en los cadáveres de ellas. Hijos, hijas, amigas, hermanas…, daños colaterales. Quizá alguien esté pensando que aún son más, que según el Ministerio se han producido 13 muertes más: los suicidios consumados después de perpetrar los asesinatos. Si es así, se confunde y debe revisar lo torticero de su pensamiento, porque no son acumulables las muertes de los asesinos y sus víctimas. El asesino elige; la víctima sufre.

La violencia machista adopta muchas formas. Es esa que se produce cada vez que un hombre elige a su víctima simplemente porque es mujer, porque se cree en el derecho de ejercer poder sobre ella de forma violenta, porque la siente vulnerable y víctima fácil. En octubre, un joven fue detenido en Vitoria porque intentó robar el móvil a una joven. Él iba en bici, ella a pie. Se defendió y con el mismo teléfono avisó a la policía. El trabajillo fácil le salió rana al ladrón. Ahí le duele.

La web feminicidio.net recoge multitud de casos de mujeres asesinadas por hombres. Algunos de los casos no solo no constituyen noticia en los medios de comunicación. Es que ni siquiera se investigan. ¿Hay algo que atente tan profundamente contra la dignidad humana como el hecho de que se produzca una muerte violenta y los cuerpos policiales ni siquiera consideren la necesidad de investigar quién y cómo la ha perpetrado?

Según los últimos datos de la web Feminicidio, hasta octubre eran 72 las mujeres asesinadas en España. Por ejemplo, “La Cirolita”, una gitana de 60 años, resultó muerta en Murcia en septiembre en una pelea entre familias. O Nuria, de 41 años, murió en septiembre tras estar tres meses en coma por la paliza que le dio un cliente al que expulsó de una sala de juegos. O Denise Pikka, la peregrina asesinada y descuartizada en abril en el Camino de Santiago.
El asesinato es la violencia extrema. La mayor parte de los casos de maltrato a la pareja no llegan a ella: A veces, son años de palizas y vejaciones; del control de él sobre los movimientos, el teléfono, el gasto, las actividades, la relación con amistades y familia, la ropa, los estudios, el trabajo de ella; la descalificación ante los hijos, la humillación pública; la violación sistemática.

O es la violencia que se ejerce entre parejas homosexuales ─intragénero─; y que una médica de Alicante le diga a su paciente que el lesbianismo no es normal, que golpeen a dos personas del mismo sexo por besarse en un bar o que les echen.

Que un hombre viole a una mujer, que crea que le puede tocar el pecho y los genitales por la calle y lo haga, que le increpe con palabras groseras a su paso, o le diga que es bonita, o se gire obscenamente para mirarla de arriba abajo como si se tratara de una pieza de caza recién cobrada. Violencia machista es que Manuel Baltar ofrezca trabajo a una mujer desempleada a cambio de sexo y que Feijoo, presidente de la Xunta, respalde a Baltar y diga que no hay delito porque finalmente no le dio el puesto de trabajo. Y que Vicente Sanz acose sexualmente a tres trabajadoras de Canal 9. Y que el magistrado Augusto Morales emita un voto particular en el juicio a un hombre acusado de rociar con gasolina a su esposa, porque, según él, eso no significa que quisiera matarla.

Violencia machista es la trata de mujeres y la venta de niñas con fines de explotación sexual. Violencia machista son los matrimonios forzosos (a veces con su propio violador) en determinados lugares del planeta y las lapidaciones de mujeres bajo la acusación (¡Hace falta valor!) de haber sido violadas. Violencia machista es la ablación del clítoris y es también que se compare esa terrible y abominable mutilación con la circuncisión de varones en determinadas religiones. Violencia machista es que las mujeres estén obligadas a cubrirse hasta los ojos. Violencia machista es que se le pida a ella que se proteja en lugar de exigirle a él que la respete, y que se nieguen o se banalicen estas violencias.

Estamos hartas, hartas de la normalización de la violencia, hartas de ver que hay una superestructura machista que no solo no reprime y condena muchas de estas violencias, sino que les otorga un carácter de fatalidad: eres mujer y es lo que toca.
Y estamos indignadas de la parálisis e indiferencia de amplios sectores de la sociedad, de administraciones que reducen presupuestos de lucha contra ella, de partidos políticos que se abstienen porque la violencia machista no va con ellos, de hombres que se sienten personalmente acusados cuando tratamos estos temas, de esos elementos que empatizan más y mejor con el victimario que con su víctima. Por eso debemos mantener una actitud vigilante, lanzar alertas cuando se produzcan ataques y exigir a las administraciones que actúen y prioricen la lucha contra las violencia machistas. Es decir, la lucha por los derechos humanos, también los de las mujeres.

Lucía Martínez Odriozola
@MomoDice
Pikara Magazine

Estamos hartas, hartas de la normalización de la violencia

Debemos mantener una actitud vigilante, lanzar alertas cuando se produzcan ataques y exigir a las administraciones que actúen y prioricen la lucha contra las violencia machistas

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